¿Qué les sucede en el futuro a los actores del Bullying?
- Silvana Giachero
- 8 sept 2024
- 10 Min. de lectura
Tanto el agresor, las víctimas y los espectadores, como los padres, su familia y los centros educativos, van a sufrir, en mayor o menor medida, las consecuencias que son producto de esta dinámica maquiavélica. Nadie sale indemne de esta situación: aquel que piensa que al eliminar o apartar al "problema/víctima" todo volverá a la normalidad, está equivocado, ignorando una realidad que se rehúsa a ver, ya sea por necedad, ignorancia o simplemente maldad.

Veremos cómo incide en cada uno de ellos, reconociendo que la persona más afectada siempre es la víctima y, por ende, su familia, considerada la célula fundamental de la sociedad. Es importante señalar que criticar a los padres como si fueran superhéroes perfectos es injusto; está demostrado que dentro de una misma familia puede haber hijos con comportamientos psicopáticos y otros sin ellos, incluso viviendo las mismas experiencias. Además, el agresor también manipula y hostiga a sus propios padres.
Cuando el niño víctima no revela lo que está experimentando, y si además existe desconocimiento sobre el tema y se culpa a la víctima cuando se busca ayuda profesional externa, resulta muy difícil para los padres identificar el problema y tomar las precauciones y tratamientos adecuados.
Por eso, la información es crucial para combatir la ignorancia y permitir que la luz entre en sus vidas.
Consecuencias para el agresor
En cuanto a los efectos del Bullying sobre los propios acosadores, hay investigaciones que indican que pueden estar en camino hacia conductas delictivas. De hecho, el Bullying en sí mismo es un acto delictivo: implica agresión, difamación y daño a otros. Según estudios del barómetro Cisneros de Iñaki Piñuel, un alto porcentaje de acosadores delinque antes de los 24 años y, en la edad adulta, pueden convertirse en depredadores sociales al especializarse, desarrollando una psicopatía subclínica. Por lo tanto, no debería sorprendernos que con el tiempo perfeccionen su modus operandi bajo la mirada de los adultos, quienes les otorgan total impunidad o, lo que es peor, les aplauden y felicitan por ser "vivos" e inteligentes.
Sin embargo, cuando su comportamiento es demasiado evidente y molesto para muchos, y no han desarrollado la capacidad de manipular y seducir, al agresor le resulta difícil convivir con otros niños y jóvenes. Su autoritarismo y violencia hacen que muchos se alejen de él; desafortunadamente, otros lo siguen con la falsa esperanza de obtener poder y prestigio.
Cuando son más jóvenes, su comportamiento caprichoso, egoísta, irritante, impulsivo e intolerante genera conflictos con sus compañeros y las autoridades. Muchos de ellos no saben perder; necesitan imponerse a través del poder, sometiendo a otros por la fuerza y la amenaza. Se involucran en discusiones, toman cosas de sus compañeros sin permiso y utilizan la burla y la ironía para ridiculizarlos.
Ahora bien: ¿Qué pasa con aquellos que son invisibles, por ser encantadores, perfectos a la mirada ingenua de los espectadores, el chico estrella que se disfraza desde pequeño? En este caso, solo la víctima sabe de su lado oscuro. Acarrea consecuencias para él y para toda la sociedad:
Actividad sexual temprana de tipo depredadora
Abandono de los estudios o fracaso escolar
Maltrato a sus parejas e hijos
Abuso de alcohol y drogas
Depredadores organizacionales (acosador psicológico en el ámbito laboral)
Delitos de guante blanco
Consecuencias para los espectadores
También se ven afectados el resto de los observadores, tanto activos como pasivos. Ambos, de un modo u otro, se ven intimidados por la violencia de la que son testigos o seducidos por el poder y el falso prestigio narcisista, fomentando así la idea de que ningún esfuerzo vale la pena en la construcción de relaciones positivas. También aprenden a infligir daño creyendo que es el camino hacia el éxito y la popularidad, vaciándose de toda emoción y esfuerzo, perdiendo su capacidad empática y humana, convirtiéndose algunos de ellos, al imitar, en futuros depredadores. O peor aún, en cómplices que respaldan a los hostigadores, haciéndoles favores y defendiéndolos.
Las consecuencias del bullying sobre esta masa silenciosa, que mantiene una actitud condescendiente con el acoso y pasiva ante el sufrimiento ajeno, no son tan evidentes pero persisten a lo largo de su vida. Terminan creyendo que hablar no vale la pena y no funciona, que es mejor callar y hacerse el tonto, adoptando posturas individualistas y egoístas. Esto puede llevar al fortalecimiento de una personalidad temerosa, donde valores como la solidaridad, el esfuerzo, la sinceridad, la tolerancia o el deseo de superación, brillen por su ausencia.
Frente a situaciones injustas aprenden a ser indiferentes. He escuchado a niños entrevistados en casos de Bullying decir: "No es mi problema, yo no me meto, así es la vida". Con nuestra inacción, no solo los exponemos a la observación y participación en estos grupos de acoso, sino que también estamos reforzando estos modelos de relaciones inadecuadas y violentas.
Lo más preocupante es la falta de empatía, que se va atrofiando, insensibilizándolos ante el dolor ajeno, debido a la frecuencia y persistencia del abuso en el tiempo.
Los niños que han sido espectadores de Bullying tienen más probabilidades de:
Experimentar depresión o ansiedad.
Abandonar y/o fracasar en la escuela.
Sentir culpa que les acompaña el resto de sus vidas.
Sufrir daños en su autoestima.
Recurrir al consumo de tabaco, alcohol u otras drogas, para mitigar la culpa y el miedo.
En los medios de prensa uruguayos se comentó ampliamente cuando una persona reconocida de los medios televisivos relató que tomó un taxi y, antes de bajarse, el conductor lo reconoció y le confesó que habían sido compañeros en la primaria y que recordaba que él, junto con otros, le hacían Bullying. Le explicó que nunca se había olvidado de eso y que la culpa lo había atormentado siempre, especialmente cada vez que lo veía en televisión. Le pidió disculpas por haber sido uno de los que se sumó al acoso. Muchos niños crecen con esta culpa que les consume desde dentro. Aunque algún día se encuentren con la oportunidad de disculparse, ese malestar interno los acompañará para siempre.
Consecuencias para las víctimas
En esta dinámica perversa, es común caer en el error básico de atribución y analizar las consecuencias como causas, quedando atrapados en la idea de que la víctima sufre el bullying por ser "rara", tímida, inestable, hipocondríaca, conflictiva, o desequilibrada. Al hacer esto, todos nos desenfocamos y buscamos el porqué en la víctima para calmar nuestras culpas, revictimizándola en el proceso. Si adoptamos esta perspectiva, estamos negando la maldad o incluso justificándola en la búsqueda de paz interna, con un egoísmo humano que resulta repulsivo.
¿Por qué algunos adultos y profesionales de la salud forman parte del grupo de acoso? Esta es una pregunta que requiere una investigación más profunda. Parece que resulta difícil creer la existencia de tanta maldad, especialmente entre niños. A menudo, tendemos a pensar bien de los demás y nos cuesta aceptar la idea de que haya niños malos. Algunas personas incluso recurren a la idea de que "los malos" están en la cárcel, entre otras explicaciones simplistas.
Cuando un niño habla, cuando denuncia el acoso, o cuando es llevado al psicólogo debido al bullying que parece estar sufriendo, lo que ustedes, padres, maestros, docentes y profesionales, están presenciando es a un niño herido, lastimado, con consecuencias que son resultado de la violencia que ha estado padeciendo durante meses.
Incluso si el niño, antes del bullying, era algo "raro", tímido, con dificultades para socializar o inmaduro, eso no justifica que se le haga daño de manera sistemática y con intencionalidad malévola. Justificar la maldad con diferencias en la personalidad o con enfermedades mentales no es una actitud propia de adultos responsables ni de profesionales serios. Ninguna forma de ser, ninguna enfermedad mental, ninguna condición humana justifica la maldad, ya sea de un niño, un adolescente o un adulto.
Si aún no están convencidos o no logran ver la verdad porque les resulta difícil enfrentarla, entonces, en un intento de reafirmar su pensamiento erróneo, pueden caer en la dinámica del chivo expiatorio, quedándose en frases como "bueno, lo que pasa es que, viste, nadie le quiere", o "tiene problemas con todos". ¿Qué investigaciones respaldan la idea de que quien es señalado por todos debe ser necesariamente el culpable? Si todos te rechazan o, viceversa, todos te aceptan, entonces no estamos ante un proceso natural.
Probablemente la mayoría de adultos han experimentado alguna vez las típicas burlas, motes o el ostracismo que caracterizan al acoso. Es muy probable que tú mismo y la mayoría de los lectores hayan sufrido algún tipo de maltrato sostenido en el tiempo, que quizás no recuerden debido a la amnesia que deja el trauma, o que sean conscientes de que su vida cambió después de esa terrible experiencia.
Las secuelas del bullying pueden manifestarse a corto o largo plazo, pudiendo causar daños permanentes e irreversibles debido a su cronicidad. La víctima puede sentir que ya nunca más será la misma; de hecho, puede llegar a no reconocerse cuando sea adulta, justificando esos cambios como parte normal de la maduración.
Un estudio del King’s College de Londres (La investigación, publicada en la revista American Journal of Psychiatry, comenzó en 1958 con niños entre los siete y los 11 años a quienes se dio seguimiento por más de cuatro décadas.), realizado en 7.771 habitantes de Inglaterra, Escocia y Gales, y seguido durante 43 años, reveló que los efectos negativos sociales, físicos y mentales seguían siendo evidentes en las víctimas incluso 40 años después de haber sufrido el acoso.
La indefensión aprendida es una de las consecuencias más graves del bullying, ya que deja a las víctimas paralizadas, sin opciones para actuar. Para quienes están siendo sometidos al acoso, llega un momento en que la escapatoria parece simplemente imposible. Esta indefensión aprendida, que puede generarse en episodios de tan solo 5 minutos de violencia psicológica, puede vincular al hostigador con su víctima en diferentes ámbitos, como los afectivos, laborales o entre niños y adolescentes.
Es fundamental que sepamos detectar cuándo una persona, o uno mismo, puede estar ante esta situación y buscar ayuda antes de que sea demasiado tarde. Buscar ayuda puede ayudar a recuperar la independencia, fortalecer la autoestima y eliminar las huellas que la indefensión aprendida deja en nuestro cerebro. El daño invisible, producto de la violencia invisible, constituye el núcleo del "asesinato en vida", estar vivos pero sin poder vivir plenamente.
Consecuencias psicosomáticas:
Las emociones desencadenadas por el Bullying son tan abrumadoras, variadas e intensas que las personas que las padecen a menudo no pueden manejarlas ni expresarlas verbalmente. Esto explica por qué se desarrollan habitualmente enfermedades psicosomáticas. Investigaciones realizadas en Finlandia y Estados Unidos han mostrado la relación entre el abuso infantil y el aumento de dolores de cabeza, enuresis, dolores en las articulaciones que se confunden con dolores del crecimiento, dolores abdominales, taquicardia o trastornos del sueño. Estos últimos son especialmente preocupantes, ya que un niño cansado tendrá dificultades de aprendizaje en la escuela. Además, los padres pueden comenzar a medicar al niño creyendo que es un problema médico, cuando en realidad es un problema psicosocial.
Aislamiento social:
Los niños maltratados en los centros de estudio tienden a socializar menos cuando son adultos. Esta violencia afecta la confianza de la víctima, lo que puede dañarla para el resto de su vida y afectar su autoestima, lo que a su vez afecta sus relaciones. Según diversas investigaciones, quienes sufrieron Bullying en su infancia, a los 50 años tienen menos amigos, menores probabilidades de tener pareja, de formar una familia y de tener una vida social activa en general. A menudo, las víctimas tienen dificultades para socializar, son más pesimistas sobre el futuro y menos solidarias.
Más violencia:
Las consecuencias del maltrato psicológico y físico pueden llevar a las víctimas a ver la violencia como aceptable, ya que nadie hace nada por ellas. En este contexto, la víctima puede llevar un arma para protegerse y asustar a sus hostigadores, lo que puede tener graves consecuencias. La violencia genera más violencia y conduce a una espiral sin salida. Es preferible no tratar de defenderse ni hacer justicia por mano propia.
Daños en la confianza:
El Bullying también puede dañar la confianza en la gente, encerrando a las víctimas en sí mismas y destruyendo sus relaciones. Pueden parecer siempre a la defensiva o poco amigables.
Inseguridad:
La inseguridad es una consecuencia a corto y largo plazo. Las víctimas se sienten inseguras en el centro de enseñanza y tienen desmotivación y problemas de concentración, lo que afecta su rendimiento académico.
Otras consecuencias:
Las víctimas pueden desarrollar trastornos de estrés postraumático Complejo( por la exposición sistematica y repetitiva al acoso) depresión crónica, trastornos de ansiedad con crisis de pánico, fobia social y pensamientos suicidas, e incluso pueden llegar al suicidio. Los daños económicos no solo son a corto plazo por los gastos en tratamiento y medicación, sino también a largo plazo. Las víctimas tienen menos años de formación, y si tienen trabajo, sus sueldos suelen ser menores. Además, pueden convertirse en víctimas de depredadores personales o sufrir Mobbing en el trabajo.
Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT):
La secuela central de la violencia psicológica es el Trastorno de Estrés Postraumático, que se produce como consecuencia del Bullying. Este trastorno afecta las respuestas fisiológicas de los niños, lo que explica por qué desarrollan enfermedades como resultado del acoso escolar. El Bullying resulta en estrés tóxico que afecta las respuestas fisiológicas y puede causar problemas de salud a largo plazo. Las víctimas tienen mayores niveles de cortisol, la hormona del estrés, y son más propensas a desarrollar enfermedades graves, fumar regularmente o desarrollar trastornos psiquiátricos.
Consecuencias para los centros de estudios
Cualquier centro educativo que carezca de vigilancia, orden, disciplina y una correcta coordinación y colaboración entre profesores, tutores y personal directivo es un terreno fértil para que se presente la violencia escolar. La vigilancia implica monitorear las conductas de violencia psicológica, identificándolas y sancionándolas. El orden se refiere a la existencia y aplicación de reglas claras de convivencia, y la disciplina implica el respeto por esas normas, lo que incluye tener protocolos de actuación en casos de denuncia por bullying.
El caos, la ausencia de reglas claras y límites, la desvalorización de las figuras de autoridad, la falta de sanción de conductas violentas y la ausencia de prevención de conductas agresivas son factores de riesgo que hacen que estas instituciones sean lugares donde los niños no adquieren conocimientos para su desarrollo y felicidad, sino que sufren y aprenden a ser violentos o a no involucrarse.
Una institución educativa que no aborde seriamente el tema del Bullying será siempre vulnerable a padecerlo. Los talleres o charlas sobre bullying deben ser parte de un trabajo anual complementado con otras herramientas, como la medición, la creación de protocolos y contar con un equipo especializado de adultos y estudiantes líderes en el tema.
La inacción frente al Bullying tiene consecuencias graves para la institución, incluyendo la generación de ambientes tóxicos, el aumento de los fracasos y abandonos escolares, migración de estudiantes a otros centros y posibles juicios con pérdidas de dinero y prestigio social.
La presencia de casos de acoso entre adultos en la organización educativa empeora la situación, ya que se les enseña a los niños que estas dinámicas son normales. Si los adultos depredan en el centro educativo, es probable que también hostiguen a los alumnos, alimentando la dinámica del Bullying y deteriorando el sistema educativo.
Los nuevos modelos educativos que priorizan los resultados sobre lo humano han contribuido al aumento de estos comportamientos, mientras que los adultos miran y callan, haciéndose eco de los hostigadores.
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