¿Cómo Viven los Padres el Bullying de sus Hijos?
- Silvana Giachero
- 8 sept 2024
- 2 Min. de lectura
Solo dos de cada diez son capaces de contar el bullying que padecen y uno de diez el ciberbullying. Por ello, se hace muy difícil percatarse de la situación lo antes posible. Si a esto le agregamos que son prácticas naturalizadas y que los síntomas que presentan pasan muchas veces desapercibidos, principalmente por la ignorancia y el silencio que rodea al tema, es muy probable que cuando lleguen a la consulta ya se encuentren en la fase final de este proceso y no quede otra solución que sacarlos lo antes posible de ese calvario.

Es curiosa la confusión que tienen no solo los padres, sino también los docentes con este tema. Muchos creen que las situaciones de acoso son activas y consisten en intimidar o atacar personalmente a alguien, ya sea con palabras como a través de la violencia física; pero pocos conocen que ignorar a alguien es también acoso. Y es precisamente esta marginación, el vacío, la que acaba con la autoestima y la salud mental de muchos niños en el colegio.
Hacer el vacío es dejarlo fuera de los grupos en el recreo, no saludarle, no invitarle a los cumpleaños ni actividades extras, ni a la casa de otros a jugar, o que no vayan a su casa a jugar, cuando se arman grupos de estudio siempre queda solo o le tienen que decir el docente en cuál participar ya que nunca lo eligen.
Es muy fácil caer en el reduccionismo, y afirmar que hay pocos casos, o que son aislados, o que siempre han existido, o que son un reflejo de la sociedad actual, o que hay perfiles de víctimas, o sea, chicos que siempre lo van a sufrir, estén donde estén.

Los padres, por ignorancia y negación, sin darse cuenta, con algunas respuestas que dan a sus hijos cuando estos les cuentan algo de lo que les pasa, terminan formando parte del acoso, y estos sufren el proceso de victimización secundaria. Pero, una vez que toman conciencia de la gravedad de los hechos, del daño que ha causado en sus hijos esta tortura, entonces las culpa les invade y se destrozan emocionalmente, con reproches tales como “por qué no lo escuché, por qué no confié en mi hija, por qué no me di cuenta antes, ya no hay salida, que mala madre o mal padre soy”. Acto seguido sobreprotegen a sus hijos como si tuvieran alguna incapacidad, cuando en realidad están lastimados.
Cuando los padres ya no pueden negar esta realidad por los síntomas, por lo que su hijo y otros padres les cuentan, cuando comienzan a investigar, es cuando se inicia el complejo periplo.
Comments